Este es un ejercicio que hace tiempo encontré en el Blog del Seminario de Literatura Amparán de Coahuila.
- Necesito estar sola. Escribir es estar conmigo y no lo comparto. No soporto que alguien atestigüe el momento en el que me enfrento a la palabra.
- No escribo en invierno. Mi sensibilidad se repliega y me acurruca en el silencio. No escribo si tengo los pies fríos, la nariz constipada.
- Me agrada escribir al lado de las ventanas para voltear y mirar lo que hay. Me gusta mantener un canal de contacto con el mundo, pero ese mundo ajeno que se mueve y existe a pesar mío. Me gusta que haya plantas a lo lejos, que gusta notar los ruidos de afuera, ver los tonos. Recuerdo todas las ventanas que he mirado, puedo describir los detalles; La ventana de mi recámara en la casa de mis padres, afuera la guía de maracuyá o de chayotes, el árbol de limón, la lluvia, las lagartijas, la luz de la madrugada. Escucho los pasos de mi madre bajando las escaleras muy temprano y yo escabulléndome a la cama para que no descubriera mi desvelo. Recuerdo mi nombre en su voz para comprobar si yo estaba despierta y mi silencio porque ya celaba mi tiempo, mi noche y no quería que me arrebatara lo que había hecho: leer y escribir hasta el amanecer. Recuerdo la ventana hacia la avenida del Politécnico, los trajines de los camiones que temprano arrancaban los motores, las charlas lejanas de los conductores, el sonido de las licuadoras o los extractores de jugo. Recuerdo un tronco seco y una hilera de sauces en el estacionamiento. Recuerdo la ventana de San Ricardo con los tinacos y la ropa al viento, recuerdo las paredes de ladrillos desnudos y el tono del cielo pastel, anaranjado, rosa, rojo, grisáceo, liso, húmedo, recuerdo la lluvia. Recuerdo la ventana de mi quinto piso, la vez que más cerca estuve de los tentáculos de dios y recuerdo que después de cinco años, pude escuchar la armonía de la ciudad más salvaje, la más cruel y violenta. Recuerdo cómo sus ruidos entraron a mi poema con el humo de un cigarro y el violín de una canción que no recuerdo cómo se llama.
- Miro fotografías que tomé en el pasado. A veces me repliego en lo bella que he sido, me gusta extrañarme. Extrañar a la gente que amé y escribir sobre ello.
- No escribo. Hace meses que no escribo y extraño hacerlo. Extraño enfrentarme a la noche y a la palabra. Casi siempre escribo de noche. El día me gusta para leer, para vivir. Me gusta estar con mi hijo y descubrir cómo le nace el lenguaje y las ganas de nombrarlo todo. Amo su voz y sus dudas porque lo voy sintiendo más cercano, incluso más que cuando lo tuve en la panza. Ahora pienso que podemos entendernos y yo lo podré conocer y sé que es bello cuando me dice que lo caliente de la comida se va hacia arriba y me llena de ternura cuando lo llamo y responde “ahorita voy”. No escribo. Hace meses que no escribo. Escucho y vivo, siento. Me consagro al silencio para que los ecos del mundo me llenen, me saturen y entonces estaré lista para volver.
- Bebo agua o café y a veces fumo.
- Me da hambre. Escribir me agota y me pone hambrienta.
- Me gusta compartir lo que escribo. Me gusta decirle a la gente que escribí algo, pero una vez que lo concluí, no antes, no durante, ni mientras lo hago. Me gusta comunicar que gasté tiempo escribiendo. A quién más le leo es a mis hermanos. A mi hermana le leía todo, le leía mucho. No sólo lo mío, poemas de otros. A Lucy le compartía casi todo, todo el tiempo. Cuando mi hermana se levantaba y me encontraba en la cocina le podía leer mientras ella desayunaba y luego me metía a la cama. Ya no puedo. No vivimos juntas y tengo un hijo. Tampoco le comparto a Lucy, a veces le escribo, pero no es igual. No sé qué me responde.
- Le he robado tiempo a la escritura. He preferido dormir y creo que me siento molesta conmigo por ello. Debería escribir un verso, una palabra. Algo. A veces me voy a algún café para leer, pero me gana el mundo y al hacer cuentas de cuanto gastaré en una taza, desisto. A veces no me importa y lo hago. Le he robado tiempo a la palabra. debo devolverme a ella. Lo haré.
- Volveré a escribir. Como hoy. Volveré a escribir como esta noche, cada noche. Mucho más. Es urgente.